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Notas

¿Se trata simplemente de genética? ¿O será que los niños heredan la predisposición genética al estrés de sus madres? Los estudios realizados con animales sugieren que no todo es genético y que el ambiente juega un papel fundamental: si deliberadamente generamos estrés en una roedora embarazada, sus descendientes tendrán más trastornos de conducta. Pero si su experiencia de embarazo es más agradable y tranquila, las crías son más tranquilas, y una vez adultas más saludables.

Por lo tanto, es importante proteger a las mujeres embarazadas de la ansiedad y depresión crónicas. Pero si usted está embarazada y no puede evitar el estrés, no se alarme. Experimentos con roedores han demostrado que las madres pueden amortiguar los efectos negativos del estrés prenatal al dar a sus recién nacidos mucho afecto físico y caricias. Y ahora un nuevo estudio sugiere que lo mismo puede decirse de las madres humanas: El tacto suave y el afecto físico pueden contrarrestar los efectos del estrés prenatal.

Según recoge un artículo publicado en la revista PLoS One, la investigadora Helen Sharp y sus colegas hicieron un seguimiento a 271 mujeres británicas embarazadas, algunas de las cuales vivían en condiciones de estrés crónico, con parejas que las intimidaban con un trato humillante, degradante o amenazante.

Los investigadores supervisaron la salud psicológica de las mujeres antes y después de que nacieron los bebés, y también les preguntaron cuántas veces mostraban a sus bebés afecto físico. En concreto, a las 5 y 9 semanas después del parto, se preguntó a las madres con qué frecuencia acariciaban a sus bebés en la cara, la espalda, el estómago, los brazos y las piernas.  Cuando los bebés tenían 29 semanas de edad, los investigadores comprobaron sus reacciones ante situaciones estresantes. También pidieron a las madres que calificaran las reacciones de miedo de sus bebés. En ambos casos, los bebés que habían experimentado embarazos de alto estrés no mostraron evidencia de problemas cuando sus madres habían reportado haberles dado muchas caricias. Parece que el contacto físico afectivo protege a los bebés en riesgo de una excesiva reactividad al estrés. 

Los resultados son consistentes con la idea de que las caricias y el tacto afectuoso cariñosas ayudan a los bebés a desarrollar una mejor salud emocional. Y eso tiene sentido, dado todo lo demás que sabemos sobre el tacto: al fin y al cabo, somos descendientes de antepasados ​​que se involucraron en niveles muy altos de contacto físico. El contacto físico ayuda a los bebés a crecer y prosperar.

Fuente: http://saludmentalperinatal.es