El bebé, como escribe Jean Piaget, se encuentra en el período sensoriomotor; por lo tanto, aprende a través del cuerpo y por el cuerpo. Estas experiencias sensoriales y motoras ayudarán al desarrollo de otras funciones más complejas: el lenguaje, la capacidad de regulación emocional y la cognición. (Por contraste, las experiencias en el adulto son principalmente cognitivas.)
En el cerebro del niño cada experiencia sensoriomotora –por ejemplo, la forma como se lo sostiene en brazos, la forma de cantarle y hablarle, de mirarlo y de jugarle al cucú, generará plasticidad y estará dejando huellas en el cerebro.
El desarrollo sensorial y el desarrollo motor favorecerán y estarán íntimamente asociados al desarrollo cognitivo y al de la comunicación. Se ha observado que la representación cerebral del lenguaje, la memoria a corto plazo, el procesamiento de números o conceptos como espacio y cantidad, tienen raíz en experiencias sensoriomotoras. Si, por ejemplo, al bebé le llama la atención un juguete (comportamiento cognitivo), esto facilitará la exploración viso-manual (comportamiento motor) y este comportamiento resultante generará, a su vez, información cognitiva.
Algunos estudios demuestran una asociación entre la exposición a estresores en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales y la disminución en el tamaño cerebral y en las conexiones entre neuronas.
La intervención temprana ofrece una oportunidad para maximizar la capacidad de cambio del cerebro y, así, detener la progresión de las vulnerabilidades emergentes y revertir las vulnerabilidades existentes. Las experiencias sensoriales y motoras adecuadas tendrían un profundo efecto sobre la organización cerebral y el comportamiento.
El control postural o posicionamiento es esencial para favorecer el desarrollo social y del lenguaje por imitación, el desarrollo sensorio-perceptual y motor, la autorregulación, y la neutralización de comportamientos rígidos. Esto facilita el contacto mano-mano, mano cabeza, mano-tronco, mano-pierna, pie con pie, etc. Dicha exploración sensoriomotora ofrece al cerebro una retroalimentación compleja y continua, y es impulsora principal del desarrollo.
• Nido: Muchos estudios muestran cómo el posicionamiento y el uso de nidos mejora el desarrollo sensoriomotor, favorece la variabilidad y complejidad de los movimientos, y disminuye los movimientos abruptos, las posturas congeladas y estereotipias.
• Arropamiento: El arropamiento o swaddling aporta beneficios, ya que los bebés muestran menor distrés fisiológico, mayor organización motora y una habilidad de auto regulación más efectiva, por ejemplo ante un procedimiento doloroso.
• Hamaca: Otro elemento favorecedor del desarrollo, regulador de la frecuencia respiratoria y cardíaca, es la hamaca. Provee una adecuada experiencia sensorio motora, sensación de movimiento y del movimiento del cuerpo en el espacio.
• Contacto piel a piel (CoPaP): Se ha demostrado que, en los bebés pretérmino, el COPAP favorece una mejor estabilidad cardio-respiratoria y una menor necesidad de intervenciones médicas durante la internación, así como disminución de la sensación dolorosa ante procedimientos.
• Prono (posición boca abajo): El desarrollo del boca arriba se concluye hacia el 6to mes; en cambio, el desarrollo panza abajo continúa ofreciendo la oportunidad de adquirir habilidades por al menos 12 meses más.
Esta posición favorece el sostén de la cabeza, promueve el sentado erguido, facilita la apertura de las manos; favorece la prensión en línea media donde están los ojos, promueve la inclinación y rotación de la columna y por ende de la lengua, con lo cual se pueden manejar distintas texturas de alimentos, aumenta el registro de las piernas para el futuro gateo y marcha. Bebés de 2 meses, con estar solo 15 minutos en esta posición, obtuvieron mejores puntajes en las pruebas del desarrollo.