Algo que todos sabemos es que vivimos una actualidad donde a la mujer se le exige -y se autoexige- una eficiencia casi extrema en todos los ámbitos de su vida. Debe batallar en una sociedad poco dada a la conciliación, hacer peripecias para cuadrar horarios, para llevar y recoger a los niños, y garantizarles un bienestar económico donde no descuidar la riqueza emocional y la complicidad madre-hijo.
No es fácil, y aún así son millones las mujeres que lo consiguen a diario: crían, educan y alcanzan cuotas de éxito en sus respectivas profesiones. Sin embargo, y aunque a muchos les cueste creerlo hay muchas mamás que por las razones que sean, eligen postergar la entrada al mundo laboral tras dar a luz.
A veces se debe a una elección personal, en otras ocasiones es el propio contexto laboral y la complejidad por hallar un nuevo empleo el que dificulta esa incorporación, pero sea como sea, debemos tenerlo claro: la mujer o el hombre que está en casa atendiendo a los niños también trabaja.
Te invitamos a reflexionar sobre ello.
Un hijo no solo es un proyecto vital, es nuestra responsabilidad, nuestra inspiración cotidiana y alguien a quien le vamos a dedicar el resto de nuestra vida.
Algo que todos tenemos claro es que nuestros contextos laborales no son sensibles a estas necesidades vitales, y es eso lo que hace que sean muchas las mujeres que opten, sencillamente, por quedarse en casa para criar a sus hijos.
A día de hoy no falta quien ve con suma extrañeza a esa mamá que por voluntad propia elige esta opción. Lo primero que los demás suelen pensar es que “está renunciando” a un tiempo valioso que le permitiría prosperar profesional y personalmente.
No se cobra, no se cotiza, pero tampoco hay descansos ni vacaciones. En la crianza de todo niño se necesita la maestría de la paciencia, el doctorado de la pericia y el máster en resistencias.
Se duerme poco, los horarios no son flexibles y los fines de semana son una continuación del lunes.
Aquí no hay respiros para tomar un café, ni cenas de viernes por la noche.
Las mamás que eligen quedarse en casa no se quejan de su sueldo ni nunca la harán, porque no hay mejor paga que la sonrisa de sus hijos, que un abrazo de buenas noches o una siesta compartida en el sofá.
Hay un dato que todos tenemos claro: si nuestras políticas sociales invirtieran más en conciliación, una mujer no dudaría en poder compaginar ambos aspectos: el trabajo o la maternidad.
Sin embargo, en la actualidad son muchas las mujeres que se ven la extrema situación de tener que “perder” el trabajo por el simple hecho de quedar embarazada.
Desde el momento en que se dan estas realidades, es que hemos fracasado como supuesta sociedad avanzada.
Por ello, una de nuestras máximas referencias en cuanto a conciliación sigue siendo Noruega.
La baja por maternidad es de 56 semanas (1 año y dos meses, aproximadamente)
Para concluir, el modelo ideal de Noruega es algo que todos los países deberían imitar. Es el único modo de invertir en igualdad y ante todo, en dar valor a la crianza de un hijo y a las nuevas generaciones del futuro. Hasta entonces, no discriminemos nunca a una mujer que por las razones que sean, elige quedarse en casa para atender a sus niños: también ella está invirtiendo en el futuro.
Fuente: https://eresmama.com