El vínculo es la relación de apego entre la madre y el bebé. Es la base, la relación que le da al niño/a la seguridad y confianza que necesita para luego poder explorar el mundo que le rodea. Para tener una afinidad fuerte con la madre, los bebés nacen aprendidos: instintivamente buscan estar pegado a ellas. Como decía Bolwby, el investigador que describió la formación del vínculo en los humanos: “es una suerte, para su supervivencia, que los bebés estén hechos por la naturaleza de tal modo que seducen y esclavizan a sus madres“.
El vínculo entre madre e hija/a en condiciones ideales es una relación amorosa plena. La criatura va aprendiendo a confiar en el mundo y en las demás personas gracias a la seguridad que le produce saber que su madre está ahí, que responde a sus necesidades, que en resumidas cuentas la ama y acepta tal y como es.
El vínculo se va fortaleciendo a lo largo de los primeros meses y años de vida. El bebé despliega todas sus conductas destinadas a tener cerca a su madre: succiona, acaricia el otro pecho, la sigue con la mirada, le sonría, la llama o llora y se desespera si ésta desaparece de su entorno. Todo son conductas de apego, respondidas con la atención materna. Así, la madre y el bebé tienen una relación muy estrecha y cercana, satisfactoria, completa.
No sólo favorece el vínculo: es el vehículo perfecto, el lugar ideal, el espacio de encuentro. Porque dar de mamar es un abrazo madre-bebé caso continuo. Los bebés amamantados permanecen mucho tiempo en brazos de sus madres, pegados a su pecho, oyendo su corazón, escuchando su voz, sintiendo su olor continuamente … El bebé se siente amado, sabe que su madre está ahí cerquita, y que responde a sus necesidades. Así se construye la seguridad en uno mismo, sintiendo ese amor de los demás, y la autoestima, porque a través del cariño que la madre muestra por el cuerpo de su bebé (mediante caricias, abrazos, incluso cantos), éste también aprende a amar su propio cuerpo. La lactancia facilita la conexión madre-hijo/a: pasarse horas mirándose y acariciandose, quedarse medio dormidos en un sofá o dormidas del todo en una cama …
La lactancia materna es, además, gratuita, preciosa, ecológica y portátil. Las madres pueden amamantar en cualquier lugar y a cualquier hora: el alimento siempre está en su punto, da igual que la madre acabe de bañarse en el mar o esté viajando en un avión. Cada vez que se ofrece el pecho a un bebé se le está dando mucho más que leche, se le da un abrazo, un consuelo, una caricia. La lactancia es cosa de dos, y las madres que amamantan pueden explicar todo lo que reciben a cambio: los bebés también las acarician, les sonríen, miran, escuchan, dan las gracias de mil maneras… Conforme van creciendo, la relación va adquiriendo nuevas y sorprendentes formas: los niños de dos años que siguen tomando el pecho juegan con él, acercan los juguetes al pecho, hablan con cariño de “las tetis” de su madre… Y a veces también lo piden cuando notan que es su madre la que necesita parar un rato y recibir un abrazo. La lactancia es una relación amorosa muy intensa y deliciosa, pero muchas veces se malogra de manera temprana a pesar de los deseos de madre e hijo/a.
Dra. Ibone Olza - Psiquiatra perinatal
Fuente: www.saludmentalperinatal.es